Preparación
y oportunidad; el resto es una anécdota. Y cuando ambas se encuentran, eres del
todo invencible. Prepárate a conciencia y espera tu oportunidad. Algunas veces,
hay un auténtico overbooking de
oportunidades, y todo el asunto está en saber escoger la adecuada. Incluso en
algunas ocasiones llegarán disfrazadas de problema. Y como siempre, sin las «instrucciones» para sacarles provecho. Ése
es un detalle que depende de ti.
Algunas
oportunidades son minúsculas pero preciosas, como por ejemplo, ser feliz
durante un segundo, recibir una ofensa para poder perdonarla, hacer una nueva
amistad, estornudar para que te deseen salud, recibir una sonrisa, dos besos de
despedida...
Las
hay que llegarán por sí solas, aunque otras deberán ser provocadas. Habrá que hacer que las cosas ocurran, dándoles un
empujoncito. Pero si no haces nada para que algo suceda, nada ocurrirá. Y por
supuesto, no es honesto echarles las culpas a los demás o a la fatalidad; ello
constituye una excusa muy irresponsable.
Las
oportunidades, cuando se presentan, exigen que se actúe con rapidez para que no
escapen y se evaporen.
Van
en un tren que no se detiene y al que hay que subirse en marcha. Las
oportunidades no pueden detenerse porque se impacientan y entonces buscan
desesperadamente a gente preparada que las reconozca y aproveche.
La
oportunidad perfecta no existe y raramente se presenta tal cual la esperabas.
Aguardar una ocasión tal y como la imaginas no es realista. Eso puede provocar
que una buena oportunidad se pierda por un simple motivo de «maquillaje».
La
ocasión nunca es perfecta al principio, pero por fortuna puede llegar a serlo
gracias al talento que consigue hacer más
con menos.
Presta
suficiente atención e identificarás tus oportunidades.
Ningún
tiempo como el presente ofreció tantas posibilidades. Por supuesto, sin
objetivos no encontrarás ninguna oportunidad que case con ellos y pasarás por
alto un sinfín de ocasiones porque no significarán nada para ti.
Las
oportunidades buscan personas que vean lo que los demás no ven.
Cuando
hablo de preparación no me refiero a nada que pueda aprenderse estudiando, sino
a «aprender
a aprender»
y a utilizar de una vez por todas lo que ya sabes. Lo importante no es saber
muchas cosas, sino saber qué hacer con lo aprendido. Quien posee la «actitud» de aprender, prosperará; pero
quien aun teniendo «aptitud» no demuestra disposición,
nunca progresará.
Cuanto
sabes constituye tu equipaje mental;
la intuición es tu brújula y los deseos del corazón son tu Estrella Polar. Ya
puedes iniciar tu viaje. Pero antes de partir, formúlate estas preguntas:
¿Adónde me dirijo?
¿Cómo llegaré?
¿Qué me aguardará?
¿Y después?
Y
una vez estés allí, disfruta. La mayoría, cuando consigue lo que quiere, no lo
valora lo suficiente y muestra indiferencia. Pronto se cansa detenerlo y vuelve a sentirse insatisfecho.
Muchos
sueños
de ayer son hoy juguetes rotos en un rincón del desván.
Unos
se desviven por el cuidado obsesivo de su cuerpo. Otros se mortifican
construyendo una carrera profesional brillante. Invierten sus energías en
ganarse la aceptación de los demás. Hay quien gasta todas sus energías en hacer
que su patrimonio crezca y crezca.
Cambian
su tiempo para poseer más piedras y
más ladrillos o para acumular más
ceros en el saldo de la cuenta bancaria. Y a pesar de todo ello, como tú y como
yo, únicamente llevan un vestido a la vez y comen tres veces al día.
Más
allá de todo esto, hay quien entra en una nueva era de la conciencia al darles
alas a sus deseos del corazón. Cuidan de su alma y elevan la calidad de sus pensamientos
y emociones. Establecen relaciones con alma e invierten energía y tiempo en sí
mismos para convertirse en alguien mejor.
Son personas que cultivan su «inteligencia emocional» y están comprometidas con su prosperidad espiritual.
Inteligencia
emocional es la capacidad para interactuar con otras personas a través del
reconocimiento y respeto de los sentimientos, impulsos, etc. En definitiva, es
la capacidad para asumir el equipaje emocional propio y sintonizar con el de
los demás.
Hoy,
ese concepto se aplica no sólo en las relaciones personales, sino también en
las laborales y, en general, a todo. El déficit de esa inteligencia que se
establece entre los corazones de las personas se considera como una limitación
en las relaciones.
El
tan sobrevalorado coeficiente intelectual, como índice que evalúa la
inteligencia, ha sido superado por el coeficiente emocional. ¿Por qué? Porque las personas
somos, ante todo, seres emotivos -con alma- y precisamos aprender a manejamos
con nuestras emociones, así como comprender las de los demás.