viernes, 24 de octubre de 2014

La Prosperidad... un Estado de Consciencia

La prosperidad es un estado de la conciencia que significa mucho más que poseer dinero y bienes materiales. Incluye tanto la riqueza exterior como la interior. Es un juego de la mente que te prepara para ganar una y otra vez. Y el único que puede crear ese estado eres tú mismo.
De hecho, la prosperidad es un término muy amplio que incluye todo tipo de abundancia: espiritual, mental y material. Y como tal, se manifiesta en todos los aspectos. Refleja mucho más que una situación financiera y por ello no puede reducirse a un saldo ni puede valorarse mediante cifras.
Podemos, por tanto, ser prósperos respecto a cualquier cosa. El concepto de «prosperidad total» es un término muy amplio que comprende, entre otras cosas: la salud, el amor, el trabajo, la energía, el tiempo libre, la amistad, la alegría, el bienestar, el entusiasmo, la creatividad, la sabiduría, el buen humor, la gratitud, la armonía, la serenidad, la compasión, el dinero, etcétera. La lista es tan larga como decidas.
De entre todas, nuestra mayor riqueza consiste en convertimos en las personas que queremos ser y en vivir la vida que deseamos vivir o, dicho de otro modo, en alcanzar la prosperidad espiritual, que es, ni más ni menos, cualquier cosa que contagie el alma de felicidad.
El éxito es una escalera con muchos peldaños; en un momento determinado podemos dar un traspié y rodar por ella, aunque también puede conducimos a lo más alto. Pero durante el tiempo que estés en este planeta, lo fundamental es el amor que puedas ofrecer a los demás, mucho más que tus subidas o bajadas por esa escalera.
El éxito es un proceso y, como en todo proceso, primero establecemos un objetivo y un plan de acción para, después, actuar y añadir emoción e ilusión. Un suceso nos lleva a otro, una acción interfiere en otra y entonces ocurre algo de mayor importancia. Debido a esa sincronía, un acontecimiento provoca otro, de modo que no existe la casualidad. Así es como llegan los resultados, no por suerte o por azar.
Todos experimentamos coincidencias de vez en cuando, pero sólo algunas son significativas; es decir, lejos de ser casuales tienen un profundo significado. Las llamamos «sincronicidades».
Las coincidencias sincronísticas no pueden provocarse, nunca nos dejan indiferentes, llaman poderosamente la atención, son a menudo simbólicas y ocurren en un momento en el que es necesario un cambio de rumbo.
Las sincronicidades atraen a nuestra vida a las personas y los acontecimientos que necesitamos.
El éxito no es un hecho casual, es un estado mental de satisfacción que debes crear día a día. Por esa razón no es un destino, sino un trayecto más o menos largo. Y cuando alguien tiene prosperidad, está transitando por ese camino. De todos modos, debes saber que nunca se consigue nada a solas, aunque pueda parecerlo. La medalla que luce el ganador debería brillar en muchas solapas.
Tú solo no consigues nada.
El Universo colabora contigo proporcionándote las oportunidades, primero, y los medios, después. Cuando ocupas tu lugar en el Universo y haces lo que debes hacer, se produce una reacción en cadena y, por contagio, todo empieza a funcionar. La prosperidad es una bola de nieve que crece y crece cuando haces que ruede. Cuando nos encontramos en una situación como esa, decimos que «estamos en racha»; lo que ocurre en realidad es que las sinergias, cuando trabajamos en equipo, se están multiplicando.
¿No te alegras al saber que no estás tú solo en esto? Nunca te permitas «morir de éxito»; recuerda siempre de dónde procedes. La arrogancia viene devuelta, en algún momento de la vida, en forma de una cura de humildad. Todos conocemos algún ejemplo.
Tampoco cometas el error de compararte con nadie más. «Mejor» y «Peor» son, en todos los casos, unas etiquetas muy relativas. No se las pongas a ninguna persona. Cada cual tiene unas prioridades en la vida que son distintas a las de los demás. Las personas son diferentes. Y eso es lo que hace de nuestras relaciones algo tan interesante.
Creo más en la connotación espiritual de la palabra «éxito» que en la material. Para mí, ese término representa la satisfacción que se siente cuando se atrapa un sueño, y no por causa del reconocimiento de los demás.
El éxito inmediato no es algo frecuente. La antesala del éxito siempre es el trabajo organizado en un plan de acción eficaz. Tampoco es fruto de un «golpe de suerte»; es más adecuado compararlo a la tarea que se realiza entre bastidores hasta que al final se pisa el escenario. 
Los espectadores asisten a la obra, pero nunca sabrán lo duros que fueron los ensayos.
No basta con desear.
Puedes desear con todo tu corazón llegar arriba, pero si no subes el siguiente peldaño seguirás al pie de la escalera. El deseo solo nunca es suficiente; es necesario, además, poseer el estado mental de la confianza y la convicción para promover un plan de acción con garantías.
¿Cuál es tu actitud? ¿Proactiva o reactiva?
Quien es proactivo tiene iniciativas y actúa. Es capaz de hacer y de conseguir que los demás hagan. Son las personas más valoradas en el entorno de las empresas que precisan crecer y prosperar.
Una persona reactiva se limita a dejarse llevar sin modificar los acontecimientos. No se dirige a ningún lugar, va a la deriva y a remolque de los demás.
Quiero que sepas que nunca se pierde, a menos que se dé el juego por terminado y se acepte una derrota como definitiva. En la Bolsa, las acciones suben y bajan cada día; pero el accionista no pierde ni gana hasta que da la orden de venta.
Atrapar los sueños no está reservado a unos pocos.
No conozco a demasiados «cazadores de sueños», pero eso no significa que la veda no esté abierta para todos. Lo que ocurre es que la mayoría de las personas suele abandonar tras el primer tropiezo. Se levantan de la mesa de juego y dan por finalizada la partida con una derrota. Dan el juego por terminado. Y se lamentan porque la vida les ha dado unas malas cartas. El del «abandono» es el juego practicado por la mayoría.

Una minoría sigue intentándolo después de una primera caída. Es la minoría que ha aprendido a levantarse una y otra vez; son las personas que continúan la partida, aun con malas cartas, porque les encanta jugar. Ya habrás adivinado que en esta metáfora «jugar» significa «vivir». 

miércoles, 8 de octubre de 2014

Y Dios hizo al hombre


Solo para terminar quiero contarte esta metáfora que no recuerdo de donde la tome o alguien me la contó.
Dios creó al burro y le dijo:
Serás burro, trabajaras incansablemente de sol a sol  cargando peso sobre el lomo, comerás pasto, no tendrás inteligencia y otro marcará tu destino, vivirás 60 años.
El burro le contestó: Señor, seré burro pero vivir 60 años son demasiados para mí, por favor dame tan solo 20  y…Dios se lo concedió.
Dios creó al perro y le dijo: serás perro, cuidarás la casa de los hombres y comerás los huesos que te den, vivirás 20 años.
El perro le respondió, Señor, seré perro pero vivir 20 años son demasiados para mí, dame tan solo 10 y… Dios se lo concedió.
Dios creó al mono y le dijo: serás mono, saltarás de árbol en árbol haciendo payasadas simpáticas. Serás divertido, vivirás 20 años.
El mono le respondió: Señor seré mono pero, vivir 20 años son demasiados para mí, dame tan sólo 10 y… Dios se lo concedió. 
Finalmente Dios creó al hombre y a la mujer y les dijo, serás hombre, el único ser racional sobre la faz de la tierra, usarás tu inteligencia para sobreponerte a los demás animales y a la naturaleza, dominarás al mundo y vivirás 20 años. 
El hombre le respondió: Señor seré hombre pero vivir 20 años son demasiado pocos para mí, dame los 40 del burro, los 10 del perro y los 10 del mono y… Dios se lo concedió.
Por eso,  el hombre ahora vive 20 años como hombre, luego se casa y vive 40 años trabajando  y cargando todo el peso sobre el lomo, dejando su destino en manos de otras personas. Después se jubila y vive 10 años de perro, cuidando la casa y comiendo  las sobras y luego ya de  anciano, vive 10 años de mono, saltando de la casa de un hijo, a la casa de otro, haciendo payasadas simpáticas para divertir a sus nietos.

¡Esta es la realidad de algunas vidas, no de la tuya!
No sé qué quieras tú para tu vida, pero sí sé que hoy puede ser tu primer día de tu nueva vida.
Tal vez este día sea la oportunidad para hacer los cambios que tu vida merece, todos aquellos sueños que has pensado hacerlos realidad, tal vez este sea tu momento o bien quedarte como estabas, eso lo decides tú.

Hay una máxima de la filosofía oriental que dice:
“Cuando el alumno está preparado, aparece el maestro”

Tal vez este sea tu momento, tal vez esta sea tu oportunidad, yo no sé qué quieras, pero eso es tu responsabilidad, recuerda solamente que tus resultados son solamente tuyos, porque tú eres el único responsable de tu vida. 


¡Los resultados son inevitables!

martes, 7 de octubre de 2014

Los resultados son inevitables


Y hablando de resultados: ¿Estás de acuerdo con los resultados que hasta ahora tienes? ¿Crees que puedes dar más?  ¿Cómo quisieras que fueran esos resultados?
Aquí te quiero pedir que hagas un alto y vayas poniendo pausa después de cada pregunta para que la  contestes  detalladamente: 
¿Qué estarías dispuesto a dar o sacrificar con tal de lograr los resultados que esperas?
¿Eres la persona que siempre has querido ser y lo disfrutas?
¿Haces lo que siempre has querido hacer y lo disfrutas?
¿Estás donde siempre has querido estar y lo disfrutas?
¿Tienes lo que siempre has deseado tener o falta algo?
Tal vez ahora puedas estudiar y profundizar en  tus respuestas,  es probable que puedas descubrir algo acerca de ti, quizás tus resultados sean o no, los que tú has soñado. Acuérdate… ¡Los resultados son inevitables!
Para mí, lo más importante de mi aprendizaje en aquella parte de mi infancia acerca de los resultados es, que cuando yo pedía trabajo y me lo daban, me pagaban lo que querían y cuando yo me atrevía a hacer mi propio negocio ganaba lo que yo quería porque mis ganancias eran proporcionales a mi esfuerzo.  Esto lo aprendí muy bien. 
Hoy veo con mucha curiosidad, como cada año egresan miles de profesionistas universitarios en el país,  salen  con el título bajo el brazo tocando puertas con esperanza de conseguir un buen  trabajo que sea seguro, aunque ganen poco, o nada más para  irla pasando.
Algunos consiguen acomodarse dignamente y otros trabajan haciendo otras cosas que nada tienen que ver con la carrera en la que se titularon, viviendo una vida de frustración: son lo que nunca quisieron ser, hacen lo que no les gusta hacer, están donde nunca quisieron estar y sólo se aguantan por tener el sueldo para sobrevivir.
Hoy en México necesitamos empresarios exitosos, empresarios universitarios que salgan a crear empleos, no a pedirlos, que salgan a producir, para que este México nuestro, sea una patria más digna para tus hijos, un México digno de ti.
 El secreto es: comenzar en pequeño pero siempre… pensando en grande.
Recuerda: tú eres el único responsable de tus resultados, que si a tu casa llevas centavos,  pesos, cientos o miles, esos son tus resultados.


¡Los resultados son inevitables!

viernes, 3 de octubre de 2014

La mente inconsciente


Todo lo anterior, ha sido para mí una extraordinaria experiencia y a la vez una  herramienta muy poderosa que me ha permitido avanzar con paso firme en mis aspiraciones. De  una cosa estoy seguro, que si ha sido posible para mí, también puede serlo para ti, sin importar sexo, raza, edad, credo, posición social o económica, nada de eso es importante, lo fundamental es que lo  apliques y también  que quieras con el  corazón  lograr tus sueños.

La historia está llena ejemplos de personas que han hecho realidad sus sueños, a pesar de las peores adversidades y carencias, sus secretos han sido creer que es posible para ellos, tener un motivo poderoso que los haga desearlo,  la constancia y pagar el precio que la vida impone.

 Si sigues ese modelo y además,  logras  creer que tú puedes, que tú lo mereces y finalmente pones las acciones, ten por seguro,  que algo maravillo va a pasar en tu vida.

Posiblemente estas palabras te resulten o parezcan cursis porque no estás acostumbrado comunícate contigo mismo de esa manera, lo más probable es  que pienses, que si hablas contigo mismo, es porque estás loco porque así nos enseñaron a pensar  desde niños; solo quiero decirte, que “lo semejante atrae lo semejante”, como le hablamos a nuestro cerebro, así viene la respuesta. Analicemos entonces cómo funciona  nuestra mente y por qué es tan importante el  saber comunicarnos con ella.

Se ha comprobado que tenemos dos mentes, la mente consciente y la mente inconsciente.

La mente consciente es sólo 5% de nuestra reserva mental y su función es controlar los cinco sentidos, sí… esos que nos enseñaron la escuela, no sé si los recuerdes, esos que recitábamos: ver, oír, oler, tocar y gustar, esto es… el vivir dándonos cuenta, el estar atentos.

La mente inconsciente es el 95% de todo lo que hacemos y se maneja igualito que una computadora, es literal, no tiene poder analítico, ni tampoco tiene sentido del humor.

¿Por qué es literal? ES LITERAL porque todos los mensajes que le mandas a través de tus pensamientos o palabras, los recibe al pie de la letra y así los ejecuta. De tal manera que,  si tú te levantas en la mañana con pensamientos de flojera, pobreza, enfermedad, mala suerte, o de desgracia, ¡Así va ser tu día!… porque tu inconsciente, se va a orientar precisamente a eso que tú estás pensando, él se va a encargar de que logres eso que  estás atrayendo con tu pensamiento.  Esto tú lo puedes comprobar cuando quieras, solamente piensa: 

¿Por qué algunas veces te va de maravilla y otras veces no?… ahora…

¿Por qué no tiene poder analítico?  Porque tu  mente inconsciente NO ANALIZA, no sabe si es bueno o es malo aquello que estás pensando ¡Simplemente lo ejecuta!

Imagínate que la mente inconsciente tuviera poder analítico entonces… ¿Qué le hubiera dicho al  tristemente célebre secuestrador apodado “El mocha orejas”? 

…“Mocha orejas: es muy malo que  moches tantas orejas, ya nomás córtales las uñas”… ¡Pues fíjate que no!… simple y sencillamente su mente ejecutaba las ordenes de sus pensamientos… ¡La mente inconsciente no tiene poder analítico!

La mente inconsciente  NO TIENE SENTIDO DEL HUMOR, es decir, no sabe si es de chiste o si es en serio lo que estás pensando,  simplemente tu mente ejecuta tus pensamientos, en otras palabras… si tu alguna vez te has dicho: “que idiota soy, pero nada más lo dije de broma, es pura vacilada”…

¡Pues fíjate que no!...  ¡Tu mente inconsciente no sabe, simplemente  lo ejecuta!... y así vas a andar, así vas a pensar, así vas a trabajar, así te vas a relacionar como eso que tú dices o piensas que eres.

La mente inconsciente NO CAPTURA LA PALABRA NO. Dicha palabra es una abstracción que el inconsciente no codifica. Fíjate bien: “No pienses en un payaso”  ¿Qué pasó? “No pienses en un elefante” ¿Qué pasó? Fue lo primero que pensaste. Imagínate cuando le dices a tu hijos “No corras” ¿Qué pasa?  ¡Corre!  Y cuando le dices: “No digas mentiras”…  ¿Qué es lo primero que hace?  Cuando tú dices o piensas: “ya No quiero estar gordo” ¿Qué orden ejecuta tu inconsciente?

Si quieres evitar el NO  cuando das una orden, sustitúyelo por la palabra evita. Por ejemplo, “evita decir mentiras” o pídelo en positivo, por ejemplo: “habla con la verdad” “evita correr”.

Para la mente inconsciente LO MISMO ES PENSAR QUE HACER. La mente no sabe si realmente está sucediendo o solo lo estás pensando. Por ejemplo: imagina que vas a disfrutar de una rica ensalada de jícama y pepino con mucho limón. Imagina el olor y el sabor mientras estás partiendo el limón y fíjate lo que pasa en tu boca en este instante. Comenzaste a salivar o como dicen, se te hizo agua la boca. Pues claro, porque tu mente inconsciente no sabe si la ensalada y el limón son reales o solo lo estás pensando.

Lo anterior nos permite darnos cuenta del poder del pensamiento y que cuando aprendes a manejar estas cinco propiedades de tu mente inconsciente eres más eficaz en tu comunicación.

 Acuérdate que los pensamientos son cosas, nosotros las materializamos con nuestras acciones:

¡Todo lo que puedes pensar lo puedes materializar!

Esto lo has hecho siempre, solo que tal vez no te habías dado cuenta, tal vez no te habías fijado. Si tienes un coche, profesión, empresa, negocio, familia, primero lo pensaste y tu mente inconsciente se encargó de materializarlo, entonces…yo te invito tener pensamientos de bondad, amor, prosperidad, salud, riqueza, felicidad, alegría… para que tu vida sea tan rica como tú la mereces, acuérdate siempre:
“Calidad de pensamientos es igual a calidad de vida”

A propósito de lo anterior fíjate que hace algunos días recibí en mi oficina a Jorge, un querido amigo, compañero ejemplar, trabajador, honesto, buen padre y muy congruente.

Gran parte de su vida ha sido un vendedor exitoso, pero también ha sido muy marcado por la adversidad, lo han asaltado varias ocasiones quedando en total bancarrota  y se ha vuelto levantar de todas ellas.

Me platicó, que  estaba inactivo por el momento porque lo habían vuelto a  robar y que ahora le fue peor  porque  recibió un balazo que lo tuvo al borde de la muerte.

Al preguntarle qué era lo que pensaba cuando salía a trabajar, me dijo que lo primero era encomendarse a Dios que no lo fueran a saltar de nuevo.

Me quedó muy claro, que nosotros atraemos con nuestros pensamientos, todo aquello que tememos o todo aquello que deseamos. Entonces:
¡Cuidado con lo que piensas, porque lo conseguirás!

Casi te puedo asegurar que tú también has tenido alguna experiencia donde has acabado diciendo: “Híjole que mala onda, me lo temía o ¡chin!... siempre me pasa lo mismo”…a eso también le llaman “la profecía cumplida” porque, así como te comunicas contigo mismo, así serán tus resultados:

Si piensas que tu vida es maravillosa… ¡Concedido! … así será tu vida de maravillosa. 
Si piensas que tu vida es un valle de lágrimas… ¡Concedido!... así será tu vida, un valle de lágrimas.
Si piensas que tu vida es rica… ¡Concedido!... tu vida será rica.
Si piensas que tu vida es una desgracia… ¡Concedido!  Tu vida será una desgracia.
Dicho todo lo anterior ¿Cómo te conviene comunicarte internamente contigo mismo?

Tú y yo ahora mismo, somos el resultado nuestros pensamiento, de nuestra forma de comunicación, de nuestra  historia personal, de nuestras creencias, de nuestras acciones.

Cuando hablo en mis seminarios de resultados, me trasportó muchos años atrás, recordando esa parte de mi infancia, marcada por la pobreza y el abandono involuntario de mi padre, que para mí se me hizo una eternidad y una pesada carga de responsabilidad, porque siendo yo un niño de escasos nueve años, tenía que salir a trabajar y conseguir dinero para darle mi mamá, para que nos diera de comer o por lo menos de cenar a siete hijos y ella.

Era un tiempo muy difícil para mi familia, desconozco qué pasó con mi papá, que por más esfuerzos que hacía, todo le iba mal y nada le daba buen resultado, hoy mismo todavía me pregunto qué sucedió en aquel entonces con él, si era un hombre muy joven, fuerte, inteligente, capaz y trabajador.

Un día, ya desesperado por todos los problemas y desaciertos, se fue Estados Unidos indocumentado a buscar trabajo para salir de aquella situación. Creo que también allá le porque no recibíamos su ayuda para sobrevivir como esperábamos.

No me quedaba otra, tuve que salir a trabajar como hijo mayor que era y tuve que hacerla de papá a muy temprana edad. 

Pronto me acostumbre a la vida ruda de la calle, enfrentando agresiones, desprecios, humillaciones, sin embargo nunca caí en malos hábitos o costumbres que denigraran mi integridad.

Salía de mi casa con la bendición de mi madre y con la recomendación que hoy  todavía me repiquetea en los oídos:
“Que Dios te bendiga hijo, regresa con buenos resultados en la noche,  si no… ¿Qué les doy mañana a tus hermanos?

Por supuesto que salía a toda prisa arremangándome los puños de la camisa y pensando en el plan para estar seguro de regresar a mi casa con los tres pesos que en aquel entonces significaban comida para mi familia.

¿Qué hacer primero? … Pensaba  en ir al rastro para ayudar a sacrificar a los animales, lavar platos, mesas o pisos en las fondas de que el viejo mercado, hacer mandados de lo que fuera, tirar basura, ayudar a descargar mercancías a los camioneros que llegaban al pueblo, en aquel tiempo tan pequeño, lavar camiones foráneos en la terminal de autobuses; eran muchas las opciones  que tenía.  Mientras tanto, mi mamá se quedaba lavando o planchando  ropa ajena.
¡Era una lucha diaria y sin tregua!

Recuerdo con afecto las buenas intenciones de unos de mis tíos, por supuesto, su intención era ayudarnos, tenían un negocio en el mercado.

Los Sábados y Domingos me mandaban a vender fruta rebanada en una charola,  por cierto, muy grande para mi edad, una charola redonda que tenía que llevar en la cabeza, me decía mi tío que parecía tachuela. En ocasiones me llenaban la charola dos o tres veces al día y tenía que vender todo para que me dieran los tres pesos que me pagaban a diario.

Al principio  fue difícil, tuve que enfrentarme a  los abusivos y sinvergüenzas de mayor estatura que yo; me robaban las rebanadas al pasar sin que, al principio me diera cuenta.

La mayoría de las veces salía perdiendo y ni modo… tenía que pagar lo faltante a la hora de hacer la cuenta. 

Ese trabajo mejor lo dejé, no me convenía,  no me era productivo.
Sin embargo, recuerdo con mucho cariño a un hombre llamado Don Andrés. Era muy respetado por los comerciantes de aquel mercado donde  surtía por mayoreo las frutas de la temporada. Era un hombre de edad avanzada en ese tiempo y aun así no se rajaba al trabajo. Iba dos veces por semana en su camión a Río verde, San Luis Potosí por naranjas para surtir a los comerciantes del mercado.

Me encantaba trabajar con él;  para mí los días que me tocaba descargar eran como un día de fiesta, porque nos invitaba sin limitarnos hasta llenar nuestras “panzas aventureras” de carnitas, barbacoa, queso, nopalitos y  refrescos.

  Era un anciano muy generoso. Era un ejemplo de trabajo y perseverancia para todos nosotros. Lo único que veía viejo de él… era sólo su cuerpo, porque en todo lo demás, parecía un adolescente de piel arrugada y pelo blanco, siempre sonriente, de buen humor y haciendo planes…  era un anciano muy joven y muy emprendedor atrapado en un cuerpo viejo.

Un día ya casi oscureciendo, casi habíamos terminado de descargar el camión y después de un breve descanso, me ordenó cuatro veces que llenara el colote más chico de los utilizábamos para entregar las naranjas y que las  vaciara en el piso junto a la banqueta, diciéndome que esas naranjas eran para mí, para que en algo le ayudara a mi madre.
 ¡No lo podía creer, todas esas naranjas eran mías!  …hoy pienso que eran alrededor de 300 naranjas para mí solito.

De pronto, no supe qué hacer con ellas, la tentación por devorarlas era mayúscula, pero a la vez, las considere como una oportunidad de ganar dinero si las vendía, pedí unas cajas de madera prestadas y una lona,  las tapé muy bien, mientras iba mi casa a pedirle a mi abuelito que  me las cuidara.  Rápidamente entre a la cocina, bajé la canasta de las tortillas y las vacié, saqué el cuchillo cebollero de mi madre y salí a toda prisa…
¡La meta estaba bien clara en cuestión de segundos!

Era mi primera empresa, no había tiempo que perder, había que vender esas naranjas con chile a toda prisa, a como diera lugar y así fue.

Así fue el resultado de mi primera empresa: fue patrimonio para mis padres y mis hermanos hasta el día de hoy que estás leyendo estas líneas o escuchando mis palabras.
Lo más importante de todo lo anterior, fue lo que aprendí para toda la vida a los 11 años de edad: 


¡Los resultados son inevitables!